El concepto de cielo es sólo un mecanismo que emplea el cristianismo para crear el infierno en la tierra.
El humor, que no existe en el dogma cristiano, resulta esencial para el satanismo en tanto que reacción válida a un mundo grotesco y deforme, dominado por una raza de cretinos.
Como buen artista del mundo del espectáculo, LaVey sólo te revelaba sus intenciones en pequeñas dosis y cuanta mayor información te daba, más te percatabas de lo poco que sabías de él.
Hablamos de religión y comentamos hasta qué punto es una costumbre preservar códigos prácticos de salud, moralidad y justicia que ya no son necesarios para la supervivencia en grupo (como no comer animales con pezuñas hendidas).
Nos habíamos convertido en contenedores vacíos, exhaustos y apurados... autómatas del mundo occidental con los cables cruzados. Empezaba a hastiarnos hasta nuestra propia violencia...
Creo en los sueños. Creo que todas las noches en el planeta se sueña todo lo que es, era y puede ser. Creo que lo que pasa en los sueños no es diferente ni menos importante que lo que pasa en el mundo de la vigilia. Creo que los sueños son el equivalente más cercano que la humanidad actual tiene para viajar en el tiempo. Creo que puedes visitar el pasado, presente y futuro en sueños. Creo que he soñado la mitad de la vida que aún no ha sucedido.
No creo en la casualidad, los accidentes o las coincidencias. Creo en el Yo ilusorio, lo cual significa que las cosas que hablo y pienso cambian el mundo a mi alrededor y se convierten en acontecimientos que pueden parecer una coincidencia.
Creo que mi vida es tan importante que afecta la vida de todos los demás. Creo que soy Dios. Creo que todo el mundo es su propio dios. Soñé que era el Anticristo y lo creo.
En la Biblia, la palabra "anticristo" sólo se emplea para describir a los que no creen en las enseñanzas de Jesús de Nazareth. No se describe como una entidad satánica, como la bestia del Apocalipsis que muchos creen, sino como una persona cualquiera, que se aparta de la ortodoxia cristiana.
Siempre me había dicho que tomar una droga, vale, pero necesitarla está muy mal.
En realidad intentaba encontrarme a mí mismo en la canción, para ver si llegaba a descubrir una pista, una respuesta, una solución, una escapatoria al berenjenal en que mi vida y mi carrera se habían convertido.
Nadie vivía de acuerdo con los papeles que desempeñaba en público. Desperdiciaban los años tratando de vivir las mentiras que ellos mismos habían creado. Sólo en privado llegaban realmente a ser los demonios, hipócritas y pecadores que eran. ¡Ay del que les descubriera el juego! Porque lo único peor que la mentira es la mentira expuesta.
De niño, había sido un pelele, un gusano, un imitador, una pequeña sombra que que trataba de encontrar su sitio en un mundo infinito de luz. Al final, para encontrar dicho lugar, tuve que sacrificar mi humanidad, si es que se puede llamar siquiera humanidad a una existencia tan insegura y gobernada por la culpabilidad.
A partir de aquí, la única salida era la tumba o volverse más humano.
Mis flaquezas se habían convertido en mi fortaleza, mi fealdad en belleza, mi apatía para con el mundo en ansías de salvarlo. Me había convertido en una paradoja. Ahora, más que en ningún momento de mi vida, comenzaba a creer en mí mismo.
El humor, que no existe en el dogma cristiano, resulta esencial para el satanismo en tanto que reacción válida a un mundo grotesco y deforme, dominado por una raza de cretinos.
Como buen artista del mundo del espectáculo, LaVey sólo te revelaba sus intenciones en pequeñas dosis y cuanta mayor información te daba, más te percatabas de lo poco que sabías de él.
Hablamos de religión y comentamos hasta qué punto es una costumbre preservar códigos prácticos de salud, moralidad y justicia que ya no son necesarios para la supervivencia en grupo (como no comer animales con pezuñas hendidas).
Nos habíamos convertido en contenedores vacíos, exhaustos y apurados... autómatas del mundo occidental con los cables cruzados. Empezaba a hastiarnos hasta nuestra propia violencia...
Creo en los sueños. Creo que todas las noches en el planeta se sueña todo lo que es, era y puede ser. Creo que lo que pasa en los sueños no es diferente ni menos importante que lo que pasa en el mundo de la vigilia. Creo que los sueños son el equivalente más cercano que la humanidad actual tiene para viajar en el tiempo. Creo que puedes visitar el pasado, presente y futuro en sueños. Creo que he soñado la mitad de la vida que aún no ha sucedido.
No creo en la casualidad, los accidentes o las coincidencias. Creo en el Yo ilusorio, lo cual significa que las cosas que hablo y pienso cambian el mundo a mi alrededor y se convierten en acontecimientos que pueden parecer una coincidencia.
Creo que mi vida es tan importante que afecta la vida de todos los demás. Creo que soy Dios. Creo que todo el mundo es su propio dios. Soñé que era el Anticristo y lo creo.
En la Biblia, la palabra "anticristo" sólo se emplea para describir a los que no creen en las enseñanzas de Jesús de Nazareth. No se describe como una entidad satánica, como la bestia del Apocalipsis que muchos creen, sino como una persona cualquiera, que se aparta de la ortodoxia cristiana.
Siempre me había dicho que tomar una droga, vale, pero necesitarla está muy mal.
En realidad intentaba encontrarme a mí mismo en la canción, para ver si llegaba a descubrir una pista, una respuesta, una solución, una escapatoria al berenjenal en que mi vida y mi carrera se habían convertido.
Nadie vivía de acuerdo con los papeles que desempeñaba en público. Desperdiciaban los años tratando de vivir las mentiras que ellos mismos habían creado. Sólo en privado llegaban realmente a ser los demonios, hipócritas y pecadores que eran. ¡Ay del que les descubriera el juego! Porque lo único peor que la mentira es la mentira expuesta.
De niño, había sido un pelele, un gusano, un imitador, una pequeña sombra que que trataba de encontrar su sitio en un mundo infinito de luz. Al final, para encontrar dicho lugar, tuve que sacrificar mi humanidad, si es que se puede llamar siquiera humanidad a una existencia tan insegura y gobernada por la culpabilidad.
A partir de aquí, la única salida era la tumba o volverse más humano.
Mis flaquezas se habían convertido en mi fortaleza, mi fealdad en belleza, mi apatía para con el mundo en ansías de salvarlo. Me había convertido en una paradoja. Ahora, más que en ningún momento de mi vida, comenzaba a creer en mí mismo.
La larga huida del infierno, M. Manson (2000)
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